miércoles, 26 de marzo de 2014

Kichiro estaba delirando, no recordaba lo que le había pasando, se sentía tan débil que no sabía dónde se encontraba. Cuando logra abrir sus ojos, se da cuenta que está en un lugar muy tranquilo lleno de árboles corpulentos, donde el único sonido que se escucha es el canto de las aves y a lo lejos logra divisar la sombra de dos personas. ¿Quienes serán? ¿Será el cazador con un amigo que viene a pegarme por soltar y llevarme a su perro?

Nuevamente hace el esfuerzo de abrir sus ojos y observa que no era el cazador sino una niña acompañada de una mujer, pero su cabeza daba mil y una vuelta y no se podía poner de pie, solo se decía a si mismo - ¡No logro recordar! -¿Por qué estoy aquí? ¿Dónde estará Jimbo? ¿Quiénes serán esas dos personas? Hace el esfuerzo de recordar porque sabía que las había visto en algún lugar pero no lograba acordarse en dónde.
 
Mientras hacia memoria de donde había visto esos rostros, una delicada y dulce voz interrumpe su pensamiento. ¿Quién eres? ¿Qué hacen aquí? ¿Cuándo llegaron? ¿Ese es perrito es tuyo? ¿Cómo se llama? eran tantas las preguntas que Kichiro no sabía cuál responder primero, solo la miraba fijamente a sus ojos.

Kichiro dijo —hermosa y tierna niña me puedes decir donde queda un aljibe cerca de aquí, porque tengo tanta sed que no puedo ni hablar —  ella le contesta que muy cerca de su casa hay un lugar donde hay agua fresca y cristalina para tomar. Kichiro vuelve a mirar a su perrito Jimbo lo alza para ir a ese lugar y se da cuenta que una de sus patas esta lastimada y no puede caminar. La niña le pregunta ¿cómo le sucedió eso? y él responde: 

    — recuerdo que salimos corriendo de un lugar al que no queremos regresar nunca más, y al correr Jimbo se tropezó con una piedra y cayó y no me acuerdo de nada más hasta que desperté acostado en este hermoso y encantador bosque.

La hermosa niña mira a su madre y le pide que los deje ir a su casa para ofrecerles comida y algo de beber y poder curar a su perrito, ella acepta pero con una condición …..


jueves, 20 de marzo de 2014

Fue tal el susto que Kichiro y Jumbo corrieron sin tener claro a dónde iban, el tiempo transcurre muy rápido, rápido, rápido……. Y en la penumbra del silencio, se escucha el latir de dos corazones pump, pump, pump, pump, agitados por el millar de sensaciones que recorren los cuerpos.


Sintiéndose desvanecer, los dos caen en un sueño profundo, pero allí estaba, si, allí estaba, ¿quién?, no lo sé, una figura, una transmutación. Oh, que será, no logro reconocer, ni relacionarlo con algún ser viviente. Me está mirando, se está acercando, noooooo, qué quiere, y ahora son dos las preocupaciones, el cazador y esa misteriosa figura.


Guau, guau, guau... mis ojos se empiezan a abrir lenta, muy lentamente, no logro reponerme, ¿quién soy? Y de nuevo, guau, guau, guau, todo está oscuro, pero qué hago aquí, mi cuerpo estaba suspendido en el aire y junto a mi están dos seres desconocidos, de nuevo caigo en un sueño que me transporta a otra realidad en la que mi ser no es lo que soy ahora……..




jueves, 13 de marzo de 2014

Kichiro tomó a Jimbo, lo escondió entre sus brazos para protegerlo y se ocultó tras unos troncos apilados a un lado de la cabaña. El cachorro ya había sufrido demasiado y no iba a permitir que le hicieran daño de nuevo. Sin embargo, estaba muy asustado porque no sabía de quién se  trataba y era consciente de que la cabaña debía tener dueño.

Mientras más se acercaba el sonido de los pasos, más se angustiaba su alma tratando de preguntarse qué clase de persona era aquella que tenía a Jimbo amarrado de la manera en que lo encontró. ¿Cómo sería su rostro? ¿Cómo sería con otras pesonas?

De repente, un hombre alto que vestía un abrigo largo y sombrero, irrumpe en la cabaña. Al no encontrar al cachorro se llena de ira y empieza a llamarlo con desesperación:

                - Sssssss....Ven aquí perro tonto. Ya verás cuando te encuentre. Te amarraré de nuevo y                               esta vez pasarás más tiempo sin comer. Eso te va a enseñar a no jugar conmigo... ¡Que salgas                       de dónde estés te digo!

 Caminaba como un loco por la cabaña mientras Kichiro lo observaba por una rendija desde su escondite y trataba de tranquilizar a Jimbo que temblaba de susto.

Los miedos de Kichiro se confirmaban. No era una buena persona al menos con el cachorro y dejaba ver sus intenciones con sus expresiones de enfado:

                - Por eso es que odio los animales. No hacen más que dar problemas como si no tuviera ya                            suficientes. Te venderé a buen precio y me desharé de ti condenado perro. ¡Aparece ya!...

El hombre tomó un saco lo suficientemente espacioso como para atrapar al cachorro y continuó buscando dentro de la cabaña, pero al no encontrarlo decidió salir. Y en su afán por hallar a Jimbo no rodeó la cabaña, sino que fue directamente al aljibe ubicado a unos cuantos metros de la puerta trasera.

Allí encontró algunas huellas frescas del pequeño Jimbo que había mojado sus patitas al beber el agua que Kichiro le había ofrecido. Pero la ira del misterioso hombre creció al ver trozos de pan que indicaban que alguien había entrado en su casa.

Regresó rápidamente para revisar sus pertenencias, de manera que volvió a recorrer los espacios de la cabaña observando con detalle que cada cosa estuviera en su lugar. Primero la cocina llena de trastes viejos y una estufa de leña; luego la sala en la que exhibía muebles forrados en pieles de reses y venados que él mismo cazaba; y finalmente la única habitación, donde había una cama, un armario de madera y una mesa de noche con una fotografía en la que aparecía él junto con una mujer, una niña y un perro.

Se sentó en la cama y tomó la fotografía. La observó y su ira se transformó en tristeza olvidando por un momento que estaba buscando algo o alguien. Pero en ese instante, Jimbo empezó a chillar de miedo y los intentos de Kichiro por callarlo fueron fallidos a tal punto, que la pila de troncos tras la cual se escondían se derrumbó haciendo un estruendo enorme.



El hombre escuchó aquel bullicio y en seguida dejó la fotografía en su lugar. La ira volvió a apoderarse de su ser y corrió al armario, tomó su arma de caza y salió de la cabaña en menos de lo que dura un parpadeo.


jueves, 6 de marzo de 2014


Al observar la emotiva reacción de los niños Kichiro toma la decisión de enseñar a las personas estrategias de aceptación y aprecio de los seres de la naturaleza. Para conseguir dicho objetivo, decide embarcarse y comenzar su travesía en una pequeña canoa con redes, esperando conocer personas que mejoren su trato a los animales y demás seres de la naturaleza.  Se despide de su madre y de su padre quienes muy tristes le aconsejan sobre los cuidados que debe tener. Ellos, le empacan en una pequeña talega algunos alimentos y herramientas útiles para su supervivencia.

Kichiro empieza un recorrido lleno de aventura y después de navegar durante todo un día y admirar hermosos paisajes, encontrándose cansado decide tomar un lugar como posada.  En el fondo se siente el angustioso y repetido chillar de un animal, al entrar en una cabaña que llama su atención, se da cuenta que su habitante es un perrito maltratado y amarrado. El protagonista de nuestra historia decide soltarlo rápidamente para aliviar su tortura y nuestro personaje doméstico decide velozmente saltar a sus brazos, con grandes lambetazos que lavan su rostro.




Kichiro se acerca a un aljibe cercano de donde recoge un poco de agua, saca de su talega una hogaza de pan y se la da mientras que sorprendido le dice

                 - ¿Dios….Quién te ha hecho tanto daño?....

Por unos cuantos minutos se queda pensando y menciona:

              -¿Qué nombre te pondré?...¿A qué te pareces??? Tritón….No no….Ícaro….No…no…¡Jimbo!...               por tus grandes orejas.

Kichiro después de alimentarlo se dispuso a desamarrar a Jimbo ya que los lazos lastimaban las extremidades del cachorro.  Cuando de pronto, sintió unas grandes pisadas que se aproximaban, Kichiro palideció y se quedó en un profundo silencio….

lunes, 3 de marzo de 2014

Kichiro regresa a su casa muy disgustado por la forma como los niños trataron a la tortuga, sobre todo cuando desde muy pequeño aprendió de sus padres la importancia del cuidado y el respeto por la  naturaleza al igual que por todos los que en ella habita. Su madre que lo vio tan enfadado por  lo sucedido le cuenta la historia que un día su padre le contó:

"Había una vez una tortuga que no le gustaba ir a la escuela y todo el tiempo se burlaba de los demás y nada de lo que hacia le salía bien, por eso se enfadaba con ella misma y con los demás. 

Un día una sabia tortuga le dijo que la solución a todos sus problemas la tenía encima de su cuerpo en su caparazón, un lugar perfecto para esconderse cuando estaba enfadado porque ahí encuentra tranquilidad y puede dar solución a todos sus problemas".


A Kichiro le dio risa al comprender el mensaje que su madre le había querido dar con esa historia y entendió que la solución es compartir con los niños la importancia de cuidar los animales que están en nuestro entorno. Corrió a buscarlos y los llevó a un sitio mágico lleno de pasto marino donde las tortugas ponen sus huevos y se observan pequeñas crías acompañadas de sus padres.