jueves, 20 de febrero de 2014


Kichiro, era hijo de unos humildes pescadores, que solo contaban con una canoa y una red, pero  quienes se consideraban afortunados, bendecidos y de inmensa riqueza por su amado hijo.

Cierto día, el muchacho se encontraba en la orilla del mar realizando sus labores diarias de pesca, cuando de repente, al otro extremo vio a unos niños que, sin piedad ni clemencia, maltrataban a una vieja tortuga. Y fue tal su coraje, que de su boca salió un estruendoso grito ¡ahhhhhhh!; sin pensarlo corrió sobre las aguas, se las arrancó de las manos y se desplazó con ella hasta su casa, donde  revisó que no le hubiera pasado nada y luego se dirigió a la orilla del mar para devolverle la libertad.






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