Kichiro, era hijo de unos
humildes pescadores, que solo contaban con una canoa y una red, pero quienes se consideraban afortunados,
bendecidos y de inmensa riqueza por su amado hijo.
Cierto día, el muchacho se
encontraba en la orilla del mar realizando sus labores diarias de pesca, cuando
de repente, al otro extremo vio a unos niños que, sin piedad ni clemencia, maltrataban a una vieja tortuga. Y fue tal su
coraje, que de su boca salió un estruendoso grito ¡ahhhhhhh!; sin pensarlo
corrió sobre las aguas, se las arrancó de las manos y se desplazó con ella
hasta su casa, donde revisó que no le
hubiera pasado nada y luego se dirigió a la orilla del mar para devolverle la
libertad.
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